DDS PhD
Desde hace décadas, la atención clínica de pacientes consiste en el tratamiento de la patología con el objetivo de lograr la reparación posterior de los tejidos injuriados o de mantenerlos en parámetros normales si éstos no hubieran sido dañados. Con tales premisas, clínicos e investigadores han utilizado diversos métodos para determinar la etiología de la noxa y establecer un acertado tratamiento que asegure, en la medida de lo posible, el éxito a largo plazo, promoviendo una evolución previsible y corroborable.
El sistema debe ser visto bajo la concepción moderna de un sistema complejo (4), en el cual las variables causa-efecto no siempre logran explicar la compleja relación existente entre noxa y respuesta defensiva.
El estudio de la noxa es prioritario para entender la respuesta del organismo. Determinadas bacterias tienen la capacidad de inhibir la respuesta defensiva, por lo que es necesario conocer la interrelación entre microorganismos y respuesta inmunoinflamatoria. Según Darveau (10), la Porphyromona gingivalis tiene la capacidad de disminuir la quimiotaxis de PMN inhibiendo el gen que codifica para la IL 8, necesaria para la respuesta aguda.
Es importante conocer y estudiar la microbiota interviniente en la patología y relacionarla con la respuesta (11).
Es posible estudiar, a nivel molecular, ciertas modificaciones que ocurren en los tejidos frente al avance de la infección bacteriana, manifestados como una respuesta inflamatoria inmune. De esta forma, la patología bacteriana puede ser considerada una enfermedad infecciosa endógena y multifactorial, con el hospedante desempeñando un importante rol en dicho proceso, manifestándose clínicamente como una lesión. Un análisis histológico arrojará, en este caso, la presencia de células inflamatorias liberadas por el organismo. La biología molecular, en cambio, logrará descifrar qué moléculas se producen intracelularmente y cuáles se liberan al medio extracelular en este proceso. El reconocimiento de funciones como activación, modulación y comunicación intercelular es atribuido a moléculas de bajo peso molecular: el factor de necrosis tumoral (TNF) (estimulado en respuesta a la presencia de microorganismos), los interferones alfa y beta (liberados frente a un estímulo viral) o las citocinas, interleucinas o quimocinas (verdaderos mensajeros intercelulares) son claros ejemplos de mediadores de la respuesta adaptativa e innata.
La detección de citocinas mediante Test de ELISA permite descubrir pequeñas variantes en moléculas de muestras de tejido. De esta forma, es posible hablar de un diagnóstico biomolecular. Resulta importante correlacionar el diagnóstico biomolecular con el clínico radiográfico para interpretar los signos y síntomas de los momentos evolutivos de la respuesta inflamatoria e inmune del sistema.
El estudio de las citocinas resulta de vital importancia para comprender el comportamiento del complejo sistema y sus variadas funciones. Entender el estado actual de la biología molecular requiere un enfoque general sobre las diferentes moléculas estudiadas hasta el momento y un estudio específico y pormenorizado de la respuesta inmunoinflamatoria aguda, en la cual la citocina quimocina IL 8 juega un rol fundamental, requiriendo su determinación a diferentes niveles para demostrar su importancia en la realidad de la clínica actual.
Por citocinas se entiende a polipéptidos secretados por células que sirven para regular las funciones del sistema inmunitario. Son sustancias producidas por múltiples tipos celulares que actúan como modificadores de las respuestas biológicas. Incluyen las monocinas, sintetizadas por macrófagos; las linfocinas, de origen linfocitario; las interleucinas y muchas otras proteínas producidas por otros tipos celulares, como las células endoteliales o los fibroblastos.
Las citocinas han sido denominadas de diferente manera a través de los años: monocinas o linfocinas han sido algunos de los nombres que han recibido debido a su origen. La denominación de interleucina hace referencia a que son citocinas secretadas por leucocitos para ejercer acciones sobre otras células. Este término, aunque muy utilizado, también es confuso porque muchas citocinas que cumplen esta premisa no reciben el nombre de interleucinas por razones históricas y en cambio otras que sí lo reciben son producidas o ejercen sus acciones sobre células diferentes a los leucocitos. El avance en el conocimiento de las citocinas ha generado diferentes clasificaciones, siendo actualmente divididas en citocinas proinflamatorias e inhibidoras de la respuesta inmune (32).
En cuanto a la forma en que debe ser traducida al castellano, también ha habido controversias. En un primer momento, se las tradujo erróneamente como “citoquinas”. Este término deriva del griego y la confusión es generada por la letra griega kappa (κ) que debe convertirse al español en forma de "c", igual que sucede con otros términos más conocidos como carcinoma o hematocele (12).
Las citocinas se caracterizan por su redundancia: muchas citocinas distintas comparten funciones similares. Poseen características específicas como sinergismo, antagonismo y pleiotropismo (una misma citocina puede ser producida por múltiples tipos celulares y también actuar sobre diferentes líneas celulares).
Especificidad y diferenciación
Para comprender el patrón por el cual son moduladas estas moléculas y la forma en que éstas modulan a otras células, es importante detener la atención en el sistema que las engloba: el sistema inmune. Encargado de distinguir entre lo propio y lo extraño, el sistema inmunitario detecta la presencia de cualquier agente externo que suponga un peligro para el individuo, poniendo en marcha una respuesta de tipo humoral o celular dirigida a su destrucción y eliminación, manteniendo la integridad del organismo.
La respuesta inmune es llevada a cabo por la interacción de varios tipos celulares. Para una respuesta humoral, los linfocitos B deben recibir una señal activadora que los haga capaces de recibir los mensajes que le envían los linfocitos T helper (Th). Para la activación de los linfocitos T el proceso es más complicado, ya que solo reconocerán al antígeno si éste está debidamente procesado, además de recibir determinadas señales estimuladoras. Así, tanto los macrófagos como los linfocitos Th sintetizan y secretan factores, llamados citocinas, capaces de la activación propiamente dicha.
Las citocinas que se unen a anticuerpos tienen un efecto inmune más fuerte que el que tienen solas. Las citocinas actúan en forma autocrina (si la citocina actúa sobre la célula que la secreta), paracrina (si la acción se restringe al entorno inmediato del lugar de secreción) y endocrina (si la citocina llega a regiones distantes del organismo mediante sangre o plasma para actuar sobre diferentes tejidos).
Para la activación del linfocito Th, aparte del reconocimiento del antígeno, es necesaria una segunda señal activadora, que no sólo activará al linfocito Th, sino que participará en la elección del camino de diferenciación que seguirá el mismo. Entre ellas es de destacar la interleucina 1 (IL 1), producida por los macrófagos, que tiene efecto como segunda señal en el camino de diferenciación Th1.
Mínimos cambios estructurales producen efectos biológicos diferentes:
• La IL 1, incluyendo sus formas α y β (IL 1α e IL 1β) está relacionada con mecanismos de reabsorción ósea (13).
• La IL 1 β es un potente mediador de la reabsorción ósea en la patología apicoperiapical.
• Su inhibidor, el receptor antagonista para la IL 1 (IL 1ra) se une al receptor de IL 1 con similar afinidad sin propiedades agonistas conocidas hasta el momento. Estas diferencias están dadas debido a que es una proteína de 22 kDa con características homólogas a la IL-1α y IL 1β.
Estas pequeñas diferencias estructurales son conocidas hace tiempo. En 1985, Dewhirst (14) sugiere que el factor activador de osteoclastos sería idéntico a la IL 1β. En 1998 Shimauchi (15) propone que la actividad antagónica de IL 1ra podría bloquear localmente la actividad de la interleucina 1 y su balance sería crucial para el asentamiento de lesiones apicoperiapicales.
Otra característica ampliamente estudiada durante años es la función moduladora de las citocinas. Por ejemplo, la IL-1β es secretada en la patología periapical y está ausente en tejido pulpar no inflamado (16-19). Si bien la IL-1 es producida principalmente por monocitos y macrófagos, cantidades significativas de IL-1 son producidas por polimorfonucleares de circulación periférica (20).
Un ejemplo de multifuncionalidad en las citocinas está dado por la interleucina 6 (IL-6). Una de sus principales funciones consiste en facilitar la respuesta inmune del tejido injuriado (37). Para ello, estimula la diferenciación de linfocitos B a células plasmáticas, produciendo anticuerpos, células T activadas, favoreciendo hematopoyesis y leucocitosis (21-23,51). Numerosos estudios han demostrado que la IL-6 juega un rol importante en diversos procesos infecciosos: inhibe la actividad macrofágica, estimula la actividad inflamatoria, disminuye la permeabilidad vascular, está involucrada en la patogénesis de diversos desórdenes inflamatorios como la artritis reumatoidea y tiene la capacidad de ser sobreestimulada ante la presencia de óxido nítrico o la psoriasis (24-26,49,50).
La interleucina 10, inhibitoria de la IL 8, fue estudiada en la pulpa dental por Tokuda en 2002 (27), mediante el Análisis de Northern Blot. Ante la presencia de lipopolisacáridos de Prevotella intermedia, la IL 10 es producida en la circulación periférica, pero no es detectada en la pulpa dental.
El origen de la evolución de la inflamación es estudiado hoy en día a nivel molecular. Se atribuye a pequeñas proteínas de bajo peso molecular la función de disparar dichos procesos y acelerarlos (diferenciación y multifuncionalidad).
Existe una gran diversidad de criterios actuales con respecto al marcador biológico responsable de la inflamación:
• Según Matsushima y col. (28), determinados peptidoglicanos de bacterias Gram + generarían la estimulación de IL 6 y ésta es señalada como un importante factor desencadenante de dicho proceso.
• Rauschenberger y col. (29) atribuyen a la IL 2 la función de generar inflamación a través de la activación de células T y diversos mecanismos proinflamatorios.
• Hosoya (30) atribuye a la IL 1 la función de ser estimulada frente a la presencia de lipopolisacáridos pertenecientes a Porphyromona endodontalis presente en el interior del conducto radicular infectado, marcando la importancia de la IL 1 en la proliferación de la inflamación pulpar y posterior lesión apicoperiapical.
• Pezelj-Ribaric (31) destaca la presencia del factor de necrosis tumoral (TNF) como un probable marcador de importancia en la evolución de la pulpa hacia su degeneración irreversible.
Citocinas proinflamatorias: reguladoras del tránsito celular
Durante la reacción inflamatoria, iniciada por una amplia variedad de estímulos exógenos y endógenos, los leucocitos migran a través de las paredes de los vasos sanguíneos hacia el tejido extravascular donde ejercen gran variedad de funciones biológicas, pudiendo salir de la circulación bajo condiciones fisiológicas como parte de su función de vigilancia. En ambas migraciones, tanto la inflamatoria como la homeostática, algunas citocinas con funciones muy específicas controlan la activación y el aflujo de estas células (75).
Desde 1986 un amplio número de citocinas estrechamente relacionadas, que se especializan en activar y atraer leucocitos hacia los sitios de daño, han sido identificadas, clonadas y secuenciadas. Inicialmente se clasificaron como citocinas quimiotácticas; hoy se sabe que cumplen además funciones importantes en la proliferación y apoptosis de diferentes células, la morfogénesis tisular, la hematopoyesis, la angiogénesis y en el desarrollo de respuestas inmunes específicas, induciendo el tráfico de las células dendríticas, los linfocitos Th1, Th2 y B en el tejido linfoide secundario, lo cual contribuye a la ubicación celular en diferentes localizaciones anatómicas (76,77). Generalmente no inducen la producción de otras citocinas, no generan fiebre ni son reactantes de fase aguda.
Las quimocinas constituyen el grupo más diverso y numeroso de citocinas; son expresadas por gran variedad de células en respuesta a diferentes estímulos como: citocinas, irritantes, antígenos y estímulos policlonales (78).
Estructura de las quimocinas
Estas proteínas tienen un peso molecular de 8 a 15 KDa; todas son dímeros, excepto el PF-4 que es un tetrámero; sin embargo, fisiológicamente actúan como monómeros. Todas las quimocinas son estructuralmente similares: tridimensionalmente presentan tres láminas plegadas conectadas por asas (denominadas β1, β2 y β3), un asa en la región NH2 terminal y una hélice α en el dominio C-terminal. Su extremo carboxilo es de carácter básico y tiene afinidad para unirse a compuestos de tipo heparina, glicosaminoglicanos y moléculas de azúcar cargadas negativamente que se encuentran en la superficie celular y la matriz extracelular.
Estructura tridimensional
Son polipéptidos con un dominio tipo quimocina: la mayoría presenta cuatro cisteínas en posiciones altamente conservadas, unidas entre sí por puentes disulfuro, excepto las γ quimocinas que presentan dos cisteínas conservadas y un solo puente disulfuro (79). Un enlace puente disulfuro, enlace disulfuro o enlace SS (enlace azufre-azufre) es un fuerte enlace covalente entre grupos tiol. Este enlace es muy importante en la estructura, plegamiento y función de las quimocinas. Dependiendo del número y la secuencia de estas cisteínas en el dominio aminoterminal, las quimocinas se dividen en 4 subfamilias (α, , γ, δ), también denominadas CXC (dos cisteínas cercanas al N-terminal separadas por un aminoácido simple), CC (dos cisteínas adyacentes), C y las CX3C. La subfamilia CX3C tiene un solo miembro llamado fractalquina o neurotactina, es la única quimocina de membrana y posee una región rica en mucina de 240 aminoácidos, se expresa en la membrana de las células endoteliales y está implicada en la adherencia y quimiotaxis de los monocitos y linfocitos T. Además, presenta tres aminoácidos entre las dos primeras cisteínas (76,80). Todos los miembros de estas subfamilias son producidos como precursores inactivos, clivados enzimáticamente dentro de las células y secretados en forma activa (78).
Regulación de la expresión de quimocinas
Existe una gran diversidad en las células que secretan las diferentes quimocinas y son las condiciones particulares del microambiente en el que se desarrolla la respuesta inmune las que generalmente determinan cuáles son secretadas (tipo de inflamación y de células infiltrantes). La mayoría de ellas se producen en respuesta a estímulos proinflamatorios e inmunomoduladores. Sin embargo, la expresión constitutiva del ARNm para algunas quimocinas ha sido demostrada en tejidos particulares: en el intestino delgado se ha encontrado ARNm para eotaxina, sugiriendo su papel en la defensa contra los parásitos; el MCP-4 se ha hallado en el pulmón y el corazón; MDC en timo, pulmón y bazo y TARC en el tejido linfoide.
Algunas citocinas con actividad proinflamatoria como la IL-1 y el TNF-α son potentes inductoras de la expresión de las CC y CXC en gran variedad de células (79). El IFN-γ aumenta la producción de RANTES, MCP-4 y eotaxina, mientras que la IL-4 y la IL-13 aumentan la expresión de eotaxina. La IL-10 y el TGF- disminuyen la producción general de quimocinas (76). El tratamiento crónico con glucocorticoides inhibe la expresión de RANTES, eotaxina, MCP-1, MCP-4 y MIP-1α. La regulación negativa se hace en los niveles transcripcional y postranscripcional. La regulación transcripcional, dependiente de ADN, ocurre cuando el receptor del glucocorticoide unido a su ligando se fija directamente a secuencias de respuesta negativa (GREs) en las regiones promotoras del gen blanco. Alternativamente, los glucocorticoides pueden ejercer regulación por una vía independiente del ADN, alterando la unión de los factores transcripcionales a los elementos respondedores del ADN, por ejemplo el bloqueo de NF-k y AP-1. En la regulación postranscripcional, los glucocorticoides aceleran la degradación de ARNm por la interacción con las secuencias AUREs del ARNm (elementos asociados al UTR del ARNm) y por otros mecanismos aún no conocidos. El ARNm para algunas quimocinas es rico en AUREs: eotaxina, MCP-1, MIP-1α e IL-8; éstas son secuencias presentes en el 3´UTR (región no traducida localizada en extremo 3’) y regulan la vida media del ARN, al acelerar su degradación por ribonucleasas (76).
Desensibilización de receptores de quimocinas
La respuesta de los leucocitos a las quimocinas es característicamente transitoria y los receptores son rápidamente desensibilizados. Hay varias vías reguladoras negativas que llevan a la desensibilización de las reacciones por quimocinas, resultando en un bloqueo de la transducción de señales por desacoples en la proteína G:
1. Desensibilización homóloga o atenuación: se produce cuando hay un aumento en la concentración del ligando. La interacción ligando-receptor lleva a la fosforilación de la región carboxiterminal del receptor con la consecuente internalización.
2. Desensibilización heteróloga: dosis fisiológicas de otros ligandos interactúan con diferentes receptores acoplados a proteína G, lo que lleva a la fosforilación cruzada y a la inactivación de los receptores de quimocinas. Un ejemplo son los opiáceos que, interactuando con sus receptores, fosforilan cruzadamente los receptores para las quimocinas IL-8 y RANTES. La exposición prolongada de las células a los ligandos
heterólogos disminuye su capacidad para movilizarse en respuesta a las quimocinas (78).
Funciones biológicas de las quimocinas
Quimiotaxis
Las quimocinas han sido involucradas en la migración de leucocitos, tanto en los procesos homeostáticos como inflamatorios (97). Las quimocinas CXC pueden dividirse de acuerdo con la actividad quimiotáctica en:
1. Proteínas con el motivo ELR (Glu-Leu-Arg) en la región aminoterminal, que son quimiotácticas para neutrófilos y no para macrófagos o monocitos.
2. Sin motivo ELR, quimiotácticas para células mononucleares y no para neutrófilos (76).
Las quimocinas CC generalmente atraen monocitos y linfocitos, pero no neutrófilos. Las quimiotácticas para eosinófilos son eotaxina-1, eotaxina-2, MCP-2, MCP-3, MCP-4, RANTES, MDC, MIP-1a (10); algunas de ellas también atraen basófilos. El CCR3 es el receptor que media la mayoría de los efectos quimiotácticos de los eosinófilos y es el único para eotaxina-1 y eotaxina-2. El rol selectivo de los CCR en la migración de los linfocitos T, monocitos, eosinófilos y basófilos, ha estimulado los estudios relacionados con la inflamación alérgica. Muchas quimocinas tipo CC y CXC regulan la migración de los linfocitos T: IP-10, MIG, RANTES, MIP-1a, MIP-1b y linfotactina (76). Los linfocitos T vírgenes expresan receptores CXCR4 (para SDF-1) y CCR7 (para ELC), importantes para el tráfico basal de estas células. Las células dendríticas también tienen CCR7; este receptor se utiliza para colocalizar células dendríticas y linfocitos T vírgenes en los nódulos linfoides (99). Algunas quimocinas muestran selectividad por la migración de los linfocitos T activados: MIG, I-TAC, IP-10, 6-C-Kine y STCP-1. La polarización de los linfocitos T hacia Th1 y Th2 también se caracteriza por diferencias en la expresión de receptores para las quimocinas; los linfocitos Th1 expresan CXCR3, CCR1 y CCR5, mientras que los Th2 expresan CCR3 y CCR4 (76).
Migración transendotelial
Estudios in vitro han sugerido que la IL-8 es necesaria para la migración transendotelial de los neutrófilos activados. Previamente se requiere una señal producida por las citocinas proinflamatorias IL-1 y TNF-α, que activa a las células endoteliales para interactuar con los leucocitos activados por las quimocinas, en especial la IL-8. El RANTES induce la migración transendotelial de los eosinófilos activados por IL-5.
Las células endoteliales expresan quimocinas en la superficie luminal, específicamente en los proteoglicanos (glicocálix), estableciendo un gradiente quimiotáctico local; la respuesta migratoria a este estímulo se llama haptotaxis (76). Varias quimocinas aumentan transitoriamente la adhesividad de las integrinas; RANTES activa el VLA-4 en los eosinófilos y MCP-3 activa el MAC-1. Otras quimocinas regulan positivamente la expresión de las integrinas: MIP-1a aumenta la expresión de CD11a y CD11c en monocitos. Algunas quimocinas pueden funcionar como moléculas de adhesión: la fractalquina y CX3CR1 están en la membrana y regulan el tráfico de monocitos y linfocitos.
Hematopoyesis y angiogénesis
Los efectos de las quimocinas van más allá del reclutamiento y activación de los leucocitos: tienen efectos en la hematopoyesis, angiogénesis, desarrollo embrionario, fibrosis, metástasis de tumores y apoptosis. Varias quimocinas son reguladoras de la proliferación y diferenciación de las células hematopoyéticas y las células progenitoras. Algunas inhiben la proliferación de células madre inmaduras como
la PF-4, -TG, NAP-2 e IL-8. La eotaxina, junto con SCF, promueve el desarrollo de los mastocitos, efecto mediado por el CCR3, que se expresa en las células embrionarias hematopoyéticas y afectan positivamente el desarrollo de los eosinófilos. Las CXC ELR(+) tienen propiedades angiogénicas (84): la IL-8, ENA-78, GRO, GCP-2 y NAP-2 son importantes en la cicatrización, crecimiento tumoral, metástasis y proliferación vascular en la artritis reumatoidea. Las CXC ELR(-), por el contrario, inhiben la angiogénesis y el crecimiento tumoral. El balance entre ambos tipos de quimocinas CXC determina si un tejido presenta o no proliferación vascular. Las quimocinas han sido relacionadas con la patogénesis de diferentes enfermedades: infección por HIV, isquemia-reperfusión, síndrome de estrés respiratorio del adulto, glomerulonefritis inducida por inmunocomplejos, arterioesclerosis, reacciones autoinmunes y periodontitis destructivas (76).
Quimocinas y HIV
Se ha encontrado que el SDF-1 inhibe la invasión de los linfocitos T por cepas VIH-1 linfotrópicas, al ocupar el receptor CXCR4 que es el correceptor del virus en estas células. Las quimocinas CC RANTES, MIP-1a y MIP-1b también podrían prevenir la infección de los monocitos/macrófagos por HIV al ocupar el receptor CCR5. El 1% de los individuos caucásicos tienen la mutación delta-32 en el gen que codifica para el receptor CCR5, haciendo que la mayoría de ellos sean resistentes a la infección por HIV. Un nuevo receptor para quimocinas, el STRL33, es un cofactor para la fusión a los linfocitos T de cepas de HIV monotrópicas y linfotrópicas. Se han caracterizado otros correceptores para la infección por el HIV: CCR3 y CCR2B (76, 78).
Respuesta inflamatoria aguda
Una de las citocinas más importantes por su función en la patología aguda es la interleucina 8. La IL 8 actúa como un potente quimiotáctico y activador de neutrófilos, que se mueven en base a un gradiente de concentración IL 8 dependiente. También actúa, en menor grado, sobre basófilos y linfocitos, actuando así como una quimocina mensajera intercelular (68). Su principal fuente de producción se encuentra en monocitos, células endoteliales, fagocitos mononucleares, LT activados, neutrófilos, eosinófilos, fibroblastos, plaquetas, queratinocitos, hepatocitos, condrocitos, astrositos y NK. La interleucina 8 (IL 8) integra la familia de citocinas inflamatorias de bajo peso molecular (8 KDa) que han sido referidas como quimocinas, entre las cuales la IL 8 es la mejor caracterizada. Estas citocinas presentan la particularidad estructural de poseer 4 residuos conservados de cisteína.
Una especificidad similar a la que posee la IL 8 con los neutrófilos la tiene la proteína 1 quimiotáctica para monocitos (MCP 1). Según Darveau, ante la presencia de determinadas bacterias como Porphyromonas endodontalis, la IL 8 y la MCP 1 no son estimuladas en la misma forma que frente a Streptococcus mutans, Peptostreptococcus anaerobius y Fusobacterium nucleatum (10). En estas ocasiones, la inflamación se presenta asintomática y sigue su curso sin presentar sintomatología de dolor agudo. Michaelson y Holland establecieron una prevalencia del 40% de esta presentación clínica (32).
Evaluando la importancia clínica de la quimocina IL 8, se la reconoce como una molécula indispensable para la instalación del estado agudo (70). Shimauchi encontró importantes paralelismos entre óxido nítrico e IL 8. Sin embargo, dicho autor atribuye a la IL 8 el desarrollo de la sintomatología y no al óxido nítrico (ON), afirmando que no hay relación entre la sintomatología aguda y los niveles de ON (34). Según Schinkel, elevados niveles de IL 8 y TNF indicarían una asociación que el autor denomina Síndrome de Dolor Complejo Regional Tipo I (CRPS I). Hoy en día, la hipótesis de inflamación mediada por neuropéptidos está sustentada por elevados niveles de Sustancia P e IL 8 (35,65).
A pesar de que la IL 8 es capaz de generar puentes disulfuro intercatenarios no está aclarado aún si la forma biológicamente activa está constituida por la forma monomérica o dimérica. Se han obtenido productos maduros que difieren en el número de aminoácidos (aa) que componen las diferentes formas de IL 8, dependiendo de la fuente celular que la produce, siendo el de 71 aa el de mayor potencia biológica, pudiendo sugerirse la existencia de un mecanismo de activación que podría requerir de un clivaje proteico (36-39).
Aparte de su función quimiotáctica, la IL 8 ejerce un gran número de actividades proinflamatorias. Produce degranulación de neutrófilos, induce la expresión de moléculas de adhesión y favorece la adherencia a células endoteliales. Posee efecto comitogénico para los queratinocitos y actúa como factor autocrino en ciertos melanomas (48).
Los efectos biológicos de la IL 8 son desarrollados a través de receptores de superficie. En el ser humano han sido documentadas dos entidades (IL 8 R tipo I o α e IL 8 R tipo II o β) con 77 % de homología entre ambas. Las 2 formas biológicas se encuentran acopladas a Proteína G y poseen capacidad para unirse a su ligando especifico con alta afinidad.
Por su función quimiotáctica de neutrófilos frente a la infección bacteriana, su detección es un importante marcador biológico del curso de la evolución de la patología aguda.
Conclusiones
Durante décadas se ha intentado conocer con exactitud la evolución del tejido hacia su inflamación. Con ese objetivo el avance de las ciencias básicas ha ido aportando al clínico diversos métodos para abordar al correcto diagnóstico clínico. La fisiohistopatología ha estudiado los diferentes cambios, brindándonos importante información para conocer su comportamiento biológico. Sin embargo, existen determinados puntos oscuros en diversos estadíos de la inflamación, alejando el diagnóstico histopatológico del clínico.
Al momento actual, métodos de gran precisión, detalle y rapidez permiten avanzar en el estudio de los dinámicos procesos biológicos con la posibilidad de conocer su evolución. De esta forma, se abre un amplio horizonte en el estudio de las numerosas moléculas intervinientes en los diversos procesos biológicos. Los avances en Inmunogenética dan la rapidez y el dinamismo que las diversas situaciones clínicas actuales requieren. Con la idea de poder aclarar esos estadíos intermedios desconocidos hasta hoy e intentando acercar los alejados conceptos entre la clínica y la fisiohistopatología, se agrega el concepto de diagnóstico clínico radiográfico biomolecular (142) y se considera a la IL 8 una parte importante en el mecanismo del dolor agudo y la sintomatología clínica aguda.
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