En 1975, médicos cirujanos comenzaron a utililizar un nuevo dispositivo que complementaba y, en algunos casos, sustituía el bisturí. Ese instrumento fue el láser, y durante la década de 1980, un modelo de dióxido de carbono era un componente común en la sala de operaciones. En 1989, el primer láser diseñado específicamente para uso dental se hizo disponible. Hoy en día hay cientos de tratamientos odontológicos con diferentes dispositivos láser y las aplicaciones clínicas siguen aumentando, lo que hace del laser uno de los avances más emocionantes de la odontología con beneficios para el paciente y el profesional.
Láser. Generalidades
Un láser produce una luz que se distingue de la luz ordinaria por dos propiedades: es de un solo color (monocromaticidad) y las ondas de luz son coherentes, lo que significa que cada onda es idéntica en tamaño y forma. Esta onda monocromática y coherente de energía de la luz emerge del dispositivo láser como fuente de energía.
Los láseres son genéricamente llamados así por el material contenido en el centro del dispositivo, llamado cavidad óptica. El núcleo de la cavidad es llamado medio activo. Puede contener un gas, un cristal o un semiconductos y se compone de elementos químicos, moléculas o compuestos. Un láser de dióxido de carbono utiliza ese gas como medio activo. Otros dispositivos utilizan semiconductores de estado sólido hechos con varias capas de metal o varillas sólidas de cristal de granate crecido con varias combinaciones de otros elementos. Para simplificar, a los láseres de semiconductores se los llama láseres de diodos y a los láseres de cristal se los designa con las siglas de la tabla periódica de los elementos que lo constituyen, como el Nd:YAG; Er:YAG o Cr: YSGG.
La estimulación del medio activo genera una determinada longitud de onda de las radiaciones no ionizantes. En el caso de los láseres de uso dental, estas radiaciones no ionizantes se emiten en el espectro visible o infrarrojo.
Cada longitud de onda tiene un efecto único en los distintos tejidos de la cavidad bucal, debido a la absorción específica de la energía láser en ese tejido. Los láseres poseen la capacidad de ser sólo absorbidos por un elemento del tejido. A estos elementos tisulares se los denomina cromóforos. Por ejemplo, en los láseres de diodo, el cromóforo es la hemoglobina contenida en los tejidos pigmentados de la cavidad bucal, mientras que en el caso del Láser de Er:YAG, el cromóforo es el agua contenida en el esmalte, dentina y hueso.
El haz de luz producida por un láser (visible o infrarroja) genera un efecto determinado sobre ese tejido, dependiendo de la potencia y la cantidad de tiempo, produciendo efectos bioestimulantes, fotoquímicos, fototóxicos, fotodisruptores, fotodinámicos o fototérmicos. En este caso, el incremento de temperatura en el tejido, generará que, a partir de los 50 grados centígrados, la mayoría de las bacterias sean destruídas. A los 60 grados centígrados, es posible desinflamar los tejidos gingival y periodontal. A los 80 grados centígrados, es posible generar hemostasia y a los 100 grados centígrados, se puede generar vaporización intra y extracelular, permitiendo la ablación o extirpación de un tejido determinado o una incisión quirúrgica. La eliminación de tejido cariado (generado a través de un efecto fotodisruptor) también se produce a esta temperatura aproximadamente. Es de destacar que, debido a las características de la emisión láser, estos efectos se generan en el tejido a tratar, pero no en los tejidos circundantes, pudiendo trabajar en forma eficaz y segura, minimizando los daños colaterales.
Modo continuo y modo pulsado
Hay dos modalidades básicas de emisión de láser: continua y pulsada. La primera signica que la energía se emite constantemente durante el tiempo que se activa el láser, incrementando el calor contenido en el tejido a tratar, mientras que en el caso de la energía pulsada, es posible realizar el tratamiento permitiendo controlar el efecto térmico, logrando disminuír la percepción dolorosa del tratamiento por parte del paciente y logrando trabajar con mínimos efectos postoperatorios.
Desde la creación del láser, en 1960, numerosas clasificaciones han sido definidas y publicadas con el objetivo de ordenar, entender y estudiar las diferentes aplicaciones de esta tecnología. Los láseres de uso odontológico pueden ser divididos de diferente manera, pero la división más conocida es según su intensidad de emisión (potencia por unidad de superficie). Es así que los láseres con una intensidad de emisión inferior a 1 W/cm2 se denominan láseres terapéuticos y los que están por encima de dicha intensidad se denominarán láseres quirúrgicos. En el caso de los primeros, no hay un efecto de vaporización, siendo la acción del láser a baja intensidad definida como acción terapéutica, contribuyendo al aumento de la circulación periférica, demostrado por Acanfora y Graschisky ya en 1986, obteniendo resultados positivos con la utilización de esta energía en comparación con los tratamientos convencionales. Limia, en 1988, relata la acción del láser de Arseniuro de Galio (ArGal) de 904 nm como bioestimulante celular, sin efectos secundarios, provocando también un aumento de la circulación periférica.
Los láseres quirúrgicos, en cambio, sí generan un efecto de vaporización, a la vez que permiten un efecto bactericida, pudiendo dividirse en láseres quirúrgicos sobre tejidos blandos o sobre tejidos duros,generando infinidad de aplicaciones odontológicas en las áreas de endodoncia, periodoncia, operatoria, cirugía e implantología.
El permanente avance de esta tecnología está permitiendo nuevos conceptos en la atención clínica, con mínima retracción de los tejidos tratados, ausencia de percepción dolorosa del paciente en determinados tratamientos, despreciable edema postoperatorio y acción bactericida, haciendo de esta disciplina un promisorio horizonte para la profesión odontológica en general.
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